JUAN
VELASCO ALVARADO: CINCUENTA AÑOS DESPUÉS
Existe un
antes y un después en la historia del Perú tras la dictadura de Juan Velasco
Alvarado. Conversamos con María Alayza y con Santiago Pedraglio, docentes PUCP,
para que nos brinden un análisis sobre el gobierno militar.
Han pasado
cincuenta años del golpe de Estado impulsado por el general Juan Velasco
Alvarado, que derrocó a Fernando Belaunde Terry el 3 de octubre de 1968. De
esta forma, se instauró el Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada, el
cual, por sus reformas y características particulares, es aún materia de
debate. ¿En qué contexto social y político sucedió? ¿Qué representó la reforma
agraria? ¿Cuál es el balance final del gobierno militar?
De acuerdo
con María Alayza, profesora del Departamento de Ciencias Sociales de la PUCP,
antes del golpe de Estado de Velasco, en el país, había demandas de cambios a
todo nivel. La reforma agraria, la ampliación de las bases de trabajo y la
educación en las regiones asomaban como reivindicaciones pendientes.
“Existía la
sensación de una sociedad muy estratificada, jerarquizada, autoritaria y muy
poco inclusiva, donde la política se veía como un espacio restringido. Había
ciertas voces de cambio, pero sin espacios de canalización de estos procesos”,
dice la docente.
En ese
sentido, asegura que el golpe “respondió, de una manera muy abierta, a estas
necesidades en la medida en que, como toda dictadura, impuso una agenda, que en
este caso estaba muy marcada por un discurso que hoy día lo llamaríamos de
inclusión social”.
Por su
parte, Santiago Pedraglio, docente del Departamento de Comunicaciones de la
PUCP, explica los antecedentes del golpe: “El gobierno de Fernando Belaunde
Terry, que ganó en 1963, no tenía la mayoría en un Parlamento Nacional que era
dominado por la coalición APRA – UNO y que bloqueaba la gestión del ejecutivo”.
En total, diez ministros fueron censurados durante esa etapa. “El congreso
aparecía como arrasador y el gobierno como una fuerza que no podía imponerse”,
afirma.
Por otro
lado, Pedraglio señala que los campesinos hicieron importantes tomas de tierras
entre los años cincuenta y comienzos de los sesenta : “Las comunidades buscaban
recuperar las tierras que habían sido expropiadas por los terratenientes. En
esos tiempos, se imponía una estructura de la hacienda semifeudal; los derechos
ciudadanos valían poco”. Además, recuerda que, como respuesta a esa coyuntura,
diversos partidos planteaban una reforma agraria que Belaunde Terry también
prometió durante su gobierno, pero que, a la larga, no llevó a cabo.
Pedraglio
indica que la denuncia de la pérdida de la célebre página once del Acta de
Talara, convenio firmado entre el gobierno y la International Petroleum Company
(IPC) el 13 de agosto de 1968, fue el hecho que, finalmente, desencadenó el
golpe de Estado contra el gobierno de Belaunde Terry.
Reforma
agraria
“Campesino,
el patrón no comerá más de tu pobreza”. Esta frase icónica forma parte del
discurso que dio Juan Velasco Alvarado para promulgar la Ley de Reforma Agraria,
el 24 de junio de 1969. Sin duda, este fue el momento más representativo de su
gobierno y generador de intensos debates hasta el día de hoy.
Para
Alayza, en ese momento, la propuesta de la reforma agraria era importante
porque los latifundios, sobre todo en la sierra, figuraban como propiedades que
no eran productivas para la gente. “Pero se planteó que, frente al patrón que
se sacaba del latifundio, aparecía el Estado a través de los técnicos que eran
los que, de alguna manera, dirigían las cooperativas y las diferentes
instancias que se fueron creando”, cuenta.
Para la
docente, eso produjo un escenario contradictorio. “El carácter tecnocrático no
necesariamente logró satisfacer a la gente. Tampoco hubo suficientes programas
de apoyo al campesino, como capacitaciones o créditos, que lo ayudaran en
términos de sostenibilidad. La reforma agraria empezaba y terminaba con la
distribución de la tierra, y no miraba el futuro. ¿Hacia dónde vamos? ¿Cómo
esta reforma fortalece la economía y el mercado? Fue vista solo como una
reivindicación de un grupo de la sociedad y quizás eso lo hacía polémico para
otros sectores”, indica.
Por su
parte, Santiago Pedraglio destaca el rol que tuvo la reforma en su momento. “El
velasquismo logró sentenciar y sacar de escena a la propiedad terrateniente,
que era una vergüenza que existiera. En las zonas andinas, las condiciones de
vida de los campesinos eran de servidumbre. Pero el gran lema ‘la tierra es
para quien la trabaja’, en muchos casos, no llegó a concretarse porque los
militares, con su estructura vertical, crearon un aparato burocrático que en la
práctica generó problemas muy complicados de gestión. La figura era más de un
control de espacios por parte del Estado que una entrega real de las tierras a
los campesinos. Esta entrega hubiera permitido el impulso de un pequeño y
mediano empresariado rural”, detalla.
Balance
Para María
Alayza, desde el punto de vista histórico, como fenómeno latinoamericano, el
gobierno militar de Velasco fue particular. “Siempre hemos tenido una tremenda
dificultad para explicar, fuera de la sociología, qué fue el gobierno de
Velasco. Porque fue una dictadura que trajo cambios sociales que las
democracias no querían comprometerse a realizar, a pesar de que se conocían las
demandas y las movilizaciones de distintos sectores”, expresa.
“Lo fuerte
y lo difícil de entender en ese momento era cómo un golpe de Estado – y eso fue
lo extraño, porque está en contra de la democracia- termina abriendo una serie
de compuertas que estaban cerradas en la sociedad”, continúa. “El problema es
que una institucionalidad que no es representativa se deslegitima y algo de eso
sucedió”, añade.
Por su
parte, para Pedraglio, a partir de lo ocurrido se replanteó la narrativa del
Perú realizada hasta ese momento. “El relato de la historia que organiza el
gobierno de Velasco reivindica que el proceso de la independencia tuvo su
primer momento con la rebelión de Túpac Amaru II. Me parece un asunto muy
importante porque rescata una figura y modifica el eje del proceso de la
independencia. No la enfoca solo desde cuando llegó San Martín. Con eso no
minimizo su presencia o la de Bolívar, ni lo que se hizo en coordinación con
los peruanos, con todas las limitaciones. Pero esa reubicación de piezas en la
historia es fundamental, de cara al bicentenario, en términos de perspectivas”,
afirma.
Por otro
lado, las características de un gobierno militar nunca serán reconocidas en las
aspiraciones democráticas de un país. “Era una dictadura muy corporativa. La
eficiencia estaba relacionada con un mando militar y las fuerzas armadas se
asignaron el papel tutelar del país. Pero las fuerzas armadas no deben tener un
papel tutelar, deben estar bajo el mando de un estado democrático”, opina
Pedraglio.
Para
finalizar, el docente señala que “la expropiación de los periódicos fue un
error clarísimo, porque incluso falló en el propósito que intentó justificar
esa decisión, que era democratizar los medios, y los terminó convirtiendo en
voceros del gobierno”.
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